17 de febrero de 2011

¿En qué dirección caminamos?

     Parece evidente el error que cometemos al concebir el mundo virtual y nuestro día a día como dos esferas que recorren caminos paralelos, en los que encontramos ciertas bifurcaciones que en momentos concretos los comunican. Siendo conscientes de que las fronteras entre ambos mundos tienen ya enormes grietas y comienzan a diluírse con extrema rapidez, no podemos por menos que plantearnos que realmente existe un solo mundo en el que el ser humano disfruta de la experiencia sensible y la virtual ambas en estado de vigilia.
     Como ya comentaba en la entrada anterior mi desconocimiento me llevaba a entender la cultura digital como aquella creada, difundida y disfrutada en la red. Pensaba en cómo afrontarán las ciencias sociales los nuevos procesos culturales que se están dando en la red, ¿se crearán nuevas disciplinas? ¿podremos hablar de una antropología digital o una psicología de la virtualidad? ¿serán éstas ramas de las tradicionales ciencias sociales?¿hacia dónde caminan las humanidades? Todas estas dudas no parten de un miedo a las nuevas tecnologías, surgen de una realidad: nuestro mundo esta cambiando y nosotros formamos parte de ese cambio. Aceptar que el avance tecnológico es imparable y que hay que "subirse al carro" porque de otro modo "no estas en el mundo", es más que evidente pero, hagámoslo con un sentido crítico, entendiendo por qué y para qué. Constantemente vemos en las redes sociales ejemplos de lo que yo denomino la cultura del "show up", del mostrarse porque sí, del estar por estar y en muchas ocasiones del aparentar ser lo que no somos.
     Tal vez sea utópico pero, si tenemos la capacidad de soñar cómo queremos que sea nuestro mundo, y en él se encuentra la red, decidamos pues cómo queremos que sea y actuemos en consecuencia. Entonces, ante la pregunta: ¿en qué dirección caminamos? la respuesta parece sencilla: en la dirección que nosotros escojamos.

Tratando de entender...

    El desconocimiento general de este nuevo espacio digital en el que diariamente nos movemos, nos lleva en muchas ocasiones a no ver la utilidad que todo el mundo le adjudica (observando el uso superficial del mismo) y no son menos las veces que desesperamos tratando de entender por qué tenemos que dedicar tiempo de nuestra vida real a cuestiones aparentemente tan importantes como crear nuestra identidad virtual, establecer relaciones virtuales con gran cantidad de amigos (a los que no conocemos de nada) o a permanecer permanentemente atento a cualquier novedad que pueda aparecer en este nuevo espacio.
    Parece cada vez  más evidente que el mundo real en el que vivimos se moldea con la influencia del mundo virtual, de tal manera, que comienza a hacerse patente la idea de que no podemos entender el primero sin comprender el segundo. Los recientes lavamientos en Egipto son un claro ejemplo de ello. Este nuevo espacio tiene sus propias características, completamente distintas al espacio físico que manejamos diariamente: no existen fronteras de la propiedad, no hay duración ni distancias, los objetos están deslocalizados, el espacio digital es plástico y todo puede ser reducido a ceros y unos. 
     Para entenderlo hay que comenzar por el principio, hay que aproximarse a este nuevo mundo poco a poco, dando pasos firmes hasta conseguir aclarar las primeras dudas y adquirir una visión que nos permita decidir quiénes queremos ser dentro de este espacio y qué queremos hacer en él. En el mundo sensible este procesos nos lleva años, a algunos toda una la vida, pero aquí no tenemos tanto tiempo, los cambios son constantes y a una velocidad asombrosa. La cuestión se agrava teniendo en cuenta el carácter excluyente del sistema, si no estás dentro, quedas aislado. Los efectos del aislamiento rápidamente se reflejan en la vida real. Se evidencia entonces, la necesidad de aceptar de una vez, la imposibilidad de considerar ambos mundos de manera aislada y por lo tanto, debemos determinar cómo queremos actuar en ellos...