El desconocimiento general de este nuevo espacio digital en el que diariamente nos movemos, nos lleva en muchas ocasiones a no ver la utilidad que todo el mundo le adjudica (observando el uso superficial del mismo) y no son menos las veces que desesperamos tratando de entender por qué tenemos que dedicar tiempo de nuestra vida real a cuestiones aparentemente tan importantes como crear nuestra identidad virtual, establecer relaciones virtuales con gran cantidad de amigos (a los que no conocemos de nada) o a permanecer permanentemente atento a cualquier novedad que pueda aparecer en este nuevo espacio.
Parece cada vez más evidente que el mundo real en el que vivimos se moldea con la influencia del mundo virtual, de tal manera, que comienza a hacerse patente la idea de que no podemos entender el primero sin comprender el segundo. Los recientes lavamientos en Egipto son un claro ejemplo de ello. Este nuevo espacio tiene sus propias características, completamente distintas al espacio físico que manejamos diariamente: no existen fronteras de la propiedad, no hay duración ni distancias, los objetos están deslocalizados, el espacio digital es plástico y todo puede ser reducido a ceros y unos.
Para entenderlo hay que comenzar por el principio, hay que aproximarse a este nuevo mundo poco a poco, dando pasos firmes hasta conseguir aclarar las primeras dudas y adquirir una visión que nos permita decidir quiénes queremos ser dentro de este espacio y qué queremos hacer en él. En el mundo sensible este procesos nos lleva años, a algunos toda una la vida, pero aquí no tenemos tanto tiempo, los cambios son constantes y a una velocidad asombrosa. La cuestión se agrava teniendo en cuenta el carácter excluyente del sistema, si no estás dentro, quedas aislado. Los efectos del aislamiento rápidamente se reflejan en la vida real. Se evidencia entonces, la necesidad de aceptar de una vez, la imposibilidad de considerar ambos mundos de manera aislada y por lo tanto, debemos determinar cómo queremos actuar en ellos...